miércoles, 28 de febrero de 2007

El Ernesto y lo que podés ser en la vida


Volví a Burgos, la ciudad que me estuvo alojando cuando decidí irme de Córdoba. Salí de la estación de autobuses y no había hecho más de 10 pasos cuando me crucé con una cara conocida. Era el Ernesto, el más veterano de la armada argentina que estaba en la prisión de esa ciudad. Salió nomás. “Wow, wow, wow”, dijo cuando lo saludé. Estaba con el Orlando, uno de los colombianos que atendían en el economato (kiosco) de la cárcel. Me alegró mucho verlos afuera, el Ernesto tiene trabajo y estaban yendo hacia la Universidad porque el Orlando quiere empezar a estudiar.Siempre que iba a la prisión me quedaba hablando con el Ernesto. No tenía demasiadas quejas sobre el trato a los presos. Pero él consideraba que muchos de sus compañeros de presidio eran unos sucios de la vida. Eso le molestaba por sobre cualquier cosa. Daba sus razones. “Porque vos podés ser delincuente y todo lo que quieras –me explicaba-, pero así de sucios como son acá…no, dejame de joder”.

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