jueves, 29 de noviembre de 2007

Las noticias de remate

En la Redacción del diario hay una pizarra donde se dejan las comunicaciones, al lado de la máquina de café. Yo tomé la costumbre de pegar, regularmente, noticias tragicómicas de Argentina que encuentro por internet en los diarios. Todas las semanas dejo algo. La primera que puse fue “Asaltan a una familia en su casa de La Plata y se llevan hasta el perro”. Trágico para la familia, y el perro, sí, pero muy instructivo para que los españoles conozcan cómo operan los verdaderos delincuentes desalmados, porque ya no quedan manyines como los de antes, verdaderos caballeros, si los había.
La semana pasada salió en el principal diario español (El País) la noticia del pueblito cordobés que salió a remate por una deuda con el Banco Francés, hoy en manos del banco español BBVA. Un compañero me mostraba la noticia y se agarraba la cabeza, decía que parecía de un libro de García Márquez. Así, para que no muriera en la pizarra de la Redacción, hablé con mi jefe y el fin de semana publicamos un texto contando qué opina un argentino de estas cosas. Sí, claro, lo escribí yo, no lo va a hacer el perro que se afanaron. Se los dejo.

Una historia de remate
Esta semana nos enterábamos que un pueblo de Argentina salía a remate por una deuda con el BBVA. Un argentino que vive en Burgos cuenta qué sensación le produce el hecho.


A veces se me ocurre que no voy a consultar por un tiempo los periódicos argentinos en internet. Así, al no estar enterado de lo que pasa, cada vez que vaya de vacaciones las cosas me van a sorprender un poco más. Vivir el día a día de mi país produce eso: que ya nada te sorprende. Creo que esto define en parte a la Argentina. Para bien o para mal, te podés esperar cualquier cosa.
Es posible que la noticia de que un pueblito en la provincia argentina de Córdoba salió a remate por una deuda con el BBVA resulte incomprensible para muchos españoles. Uno de mis compañeros en el periódico decía que parece sacado de un libro de García Márquez. La verdad, más allá de la gravedad del asunto, a mí no me sorprende demasiado. Creo que ya estamos acostumbrados. Esta semana, hablando con algunos periodistas en Argentina les preguntaba qué opinaban del tema. Ninguno le había prestado mayor atención. Es una noticia curiosa, pero el trasfondo es el que todos los argentinos conocemos desde hace décadas: la gente de a pie siempre queda a la buena del Señor. Y a llorarle a Gardel.

CINE. Ahora bien, en esta historia hay una trama que, puesta en manos de algún Steven Spielberg, revienta las boleterías. Resulta que una empresa de aceitunas que lleva en la zona desde 1930 cede tierras al Gobierno provincial en las que se asienta el pueblo, llamado Olivares de San Nicolás. Escuela, comisaría, centro médico, iglesia y, por supuesto, cancha de fútbol. Pero, como corresponde en Argentina, no se documenta legalmente. “Che, te regalo unas hectáreas”, le dijo la empresa al Gobierno. “Fenómeno, después te arreglamos los impuestos”, habrá dicho un funcionario. Y listo, a otra cosa. Pero si algo no son los bancos es precisamente asociaciones caritativas. El BBVA llevaba algunos años reclamando una deuda con esta empresa, hasta que sale la orden de remate de las tierras y, con ella, la de todo el pueblo.
Vamos a los protagonistas. Pero atención, porque aquí no se sabe quiénes son los héroes y quiénes los villanos. Hablando, todos son más buenos que el yogur.
La Justicia, protectora del bien público, ordena el remate para el 18 de diciembre próximo, sin ignorar que se trata de tierras donde viven más de 500 personas.
La empresa se lava las manos y argumenta que hay “maldad” en la decisión el juez. En verdad lo que pretende es que el Estado le pague la deuda.
El banco se hace el bueno y explica que ellos sólo quieren cobrar, no rematar el pueblo. Incluso, que hasta pretenden la emancipación de los pobladores, y acusa a la empresa de utilizar a los vecinos para evitar el remate. “¿Nosotros? Nunca”, exclaman.
El Gobierno provincial le está dando vueltas al asunto y la gente puede quedarse muy tranquila, porque se están ocupando. Seguramente cuando intervenga la subasta ya habrá sido efectuada.
Los vecinos, ninguneados como siempre, ofrecen como parte de pago la cosecha de aceitunas y piden más tiempo para alcanzar un acuerdo.
Como se ve, los personajes son complejos. Ninguno quiere aparecer como un cretino, por lo que se necesitarán actores de la talla de Robert De Niro o Meryl Streep para interpretarlos.

PRENDER VELAS. Así las cosas, ¿a quién le rezan los vecinos? ¿A San Nicolás, supuesto patrono del pueblo? En realidad, por ahí viene la cosa, porque la que se erigió como legítima defensora del pueblo fue una monja. La hermana Theresa, armada con un puñado de aceitunas, enfrenta al capital multinacional. Va a necesitar mucha suerte la hermana.
Claro que el tema no tiene nada de gracioso: se remata un pueblo, ni más ni menos. Pero es que si los argentinos no nos tomamos con algo de humor la realidad del país, directamente nos tenemos que cortar las venas.
Más allá del cine, de los merengues judiciales, de qué dice el banco y qué responde la empresa, las únicas preguntas que hago son: ¿cuánto vale la vida y las ilusiones de cada uno de esos pobladores? ¿cómo se hace para rematarles sus sueños de futuro?

jueves, 8 de noviembre de 2007

El almacenero


En España, a pesar de la globalización, la modernidad y toda la historia, te seguís encontrando, cada tanto, con el viejo y querido almacenero. Ese que te trata bien y no te garca. El que decimos “Así da gusto comprar”. El otro día estaba en una feria de ropa y de cualquier otra cosa que se pueda vender. Es lo que se llama un mercadillo, el que se hace los domingos en Burgos es bastante grande. Yo tenía que escribir sobre eso. Era complicado porque no se dejan sacar muchas fotos, algunos venden cosas un poco truchas y las fotos y preguntar nombres no cae bien. Entre tanto puesto de ropa para mujeres y chino berreta, estaba don Aquilino, un histórico del mercadillo, que con sus 76 años todavía resiste con su puesto de antigüedades y baratijas. Pero entre la mercadería, tenía también un lote de películas VHS, las clásicas de video, y todas de la década pasada. Ni siquiera las más taquilleras, eran cualquiera. Pero ahí estaban, Aquilino y sus películas VHS. Viene una mina con onda sorete y le pregunta: “¿No tiene DVD?”. Yo esperaba que Aquilino le diga: sí, dónde los voy a tener hija, ¿en el culo? No sólo que el tono de la pregunta fue descortés, sino que a la vista estaba que el hombre no tenía DVD por ninguna parte. Aquilino le respondió amablemente que no tenía, pero en la cara se le notaba la expresión tipo: y no, yo esto de los DVD no entiendo ni cómo se graban ni se consiguen. Me dio pena, porque el tipo estaba con su nietita, con sus antigüedades, y viene la turula esta y le refriega que no tiene DVD.
Pero si algo da la vida, es revancha, y llegó dos minutos más tarde. Otra mujer se acercó y le regaló unas películas que dijo ya había visto muchas veces y que no quería seguir guardando. Se las regaló. Aquilino le ofreció llevarse unas a cambio, pero ella no quiso. Y entonces le dice, con ese tono de los grandes vendedores del almacén: “Vale, pero cuando quieras una película, ya sabes que aquí la puedes buscar”.
Me gusta mucho encontrarme todavía con esos vendedores que había en Argentina. Ese que da charla a la clientela, el que te aconseja, el que cuenta chistes y el que, obvio, te da de probar. Supongo que en parte viene de los españoles que emigraron, que ponían el almacén y la casa al fondo. Mi abuelo, al que lamentablemente no pude conocer, tenía carnicería. Ahora tenemos de todo, como también antes había almaceneros caraculos o el famoso "El choro" de la vuelta de mi casa, que vendiendo rabanitos a precio de jamón crudo montó el imperio. Hoy, si querés, comprás el sánguche de milanesa en una máquina con monedas, sin verle la cara a nadie. Creo que en cualquier momento lo jubilan, pero por suerte, de momento, el almacenero sigue estando.