jueves, 10 de abril de 2008

Al trono en coche

Lo que se ve detrás del bólido es el edificio de mi trabajo.

Al fin me canjearon el bendito permiso de conducir, que durmió casi un año en los cajones del Consulado Argentino. Como ya podía manejar el tutú, en el primer trayecto se me ocurrió que tenía que ir a algún lugar simbólicamente importante. A los barcos los inauguran con un botellazo, mi auto no iba a ser menos y tenía que elegir un lugar para ir como estreno. Porque no es cuestión de subirse por primera vez e ir a la verdulería a comprar unos rabanitos. Hay que darle buena estrella al asunto.
Cuestión que pensé en ir al Castillo de Burgos, que está muy bueno y queda muy cerca de mi casa. Era como para codearme con las altas esferas monárquicas medievales, por si acaso había que meter ficha en un destino de rascarse las pelotas y vivir a todo culo a costa de los otros. Que moralmente será muy reprochable, pero bueno, también tengo aspiraciones de canalla, qué joder. Después pensé que mejor no, porque siempre los reyes terminan enfermos de algo, caminando por los pasillos de un castillo deshabitado, y más de una vez envenenados por sus hijos, que quieren llevarse toda la fiesta.
Mejor irme con el mate al mirador, para ver las praderas y toda la ciudad desde arriba, a ver si al contemplar todo eso se me ilumina el destino, que no hace más que llegar. Pero estaba lloviendo, y el paraguas como que arruinaría la esencia del momento.
Me quedaba ir al monumento al Cid Campeador, el mítico caballero hijo de esta ciudad que cabalgó toda su vida desparramando coraje y bravura, según la leyenda. Por ahí le impregnaba su espíritu victorioso a los caminos que me vean pasar con mi noble Seat. Pero no, al fin y al cabo era un guerrero y descuartizó a más de uno, mejor me buscaba otro ejemplo para la estampita.
¿A buscar alguna mina? No era día, ni hora, ni lugar, ni ocasión, ni posibilidad.
Así que estuve pensando un buen rato. Miré la hora y ya era tarde. A la mierda la buena estrella: tuve que salir cagando a laburar. Y cuando terminé, fui al Carrefour porque no tenía ni para hacerme un huevo duro.

2 comentarios:

  1. Te felicito por el auto.
    Viste?, la indesición es una maldita compañía.

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  2. Sí, es la peor de las compañías.
    La peor.
    Pero a uno tampoco le gusta que lo agiten y cada uno hace lo que quiere.

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