miércoles, 29 de agosto de 2007

El agosto

Bueno, ya sé que llevo bastante sin actualizar. Antes los que se quejaban eran mis amigos de Dublín, que pedían actualizaciones a diario, los muy cretinos. Ahora ya se le quejan a mi vieja en Villa María y ella me pasa los reclamos. En fin, esto del mundo moderno exige estar en todos lados y hacer de todo, yo no sé dónde vamos a parar. Estoy en agosto, el mes de vacaciones, el enero argentino. Y no tengo nada que contar. O sí, pero no viene al caso. Agosto se usa mucho en España para decir que alguien se hizo una guita o luquea. Por ejemplo: “Éste pegó un negocio y se hizo el agosto”. También a los chantas de cualquier rubro les viene bien: “Se hicieron el agosto estafando a la gente”.


I. En Burgos está haciendo un verano de mierda, es decir, nadie se está haciendo el agosto con este agosto. No hace frío frío, que ya sería el colmo, pero tampoco calor de verano. La verdad que el solcito empezó en abril, por ahí, pero no ha sido gran cosa. Hubo varios días fuertes, pero después otra vez nubes y vientorro. A la noche, campera siempre. Como yo voy a la pileta, compré un bono de 10 días y no llegué a usar ni 7. “Hombre, ¿cómo no vamos a tener 10 días de sol?”, me dijo uno de mis compañeros de piso, alentando la compra. Él fue una sola vez. Hubo un día con casi 40 grados y yo tenía que escribir sobre eso en el diario. Quise hacer la prueba del huevo frito en el pavimento pero no me dieron mucha bola. Terminé escribiendo que fue un mal día para los piropeadores, porque ninguna dama caminaba por el sol para que pudieran echar el famoso verso de que los bombones se derriten. Si hay más piropos con la sombra, no sé ni me interesa, yo algo tenía que poner.


II. Hace unos días fui a lo de mi amiga Salka, de Mauritania (África, al lado de Marruecos y Argelia). Me quedé a cenar en su casa con su esposo y dos más que viven ahí. Tienen un crío de cuatro años, El Farouk. Es un personaje, está a mil todo el día y no se cansa nunca. Habla más en árabe que en español, pero de a poco va aprendiendo. Los otros dos que viven ahí son mauritanos también. Llegaron a Burgos y entre los de su país no se pueden negar el alojamiento, así que están viviendo ahí desde hace meses. Trabajan, pero no pagan alquiler. Así son las reglas, no me pregunten a mí. Cenamos unos spaghettis en un plato enorme, en el piso. Salka y su esposo comían con tenedor. Los otros, con la mano nomás. Agarrar los fideos con la mano no es ninguna gilada. Tampoco es que manosean todo el plato, cada uno iba tirando como de su rinconcito. A mí, en verdad, me pusieron un plato normal y listo. De afuera, a los musulmanes los vemos como a todos árabes. Pero son diferentes según cada país, como los sudamericanos o los europeos. Estuvimos viendo todos los canales de la TV satelital en árabe y ellos me iban explicando qué decían. Estaba ¿Quién quiere ser millonario?, pero en árabe, y justo preguntaban de qué país era el Che Guevara. En la casa decían que cubano y medio que no me creían hasta que la que jugaba perdió, dijo que era de Bolivia. Cuando me fui pasé un poco de vergüenza porque me olvidé de que no podía saludar a Salka, porque en su casa no la puede tocar nadie más que su esposo, quien, quizás previniendo la escena, el avispado, desapareció antes para llamar al ascensor. El Farouk insistía en jugar al tenis en mi celular, así que le dejé el teléfono bloqueado para que se entretenga y deje de romper las bolas. Me lo devuelve al rato conectado a internet.

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