Además, tienen una utilidad tremenda. Eligiendo bien una sola palabra podemos quedar como los más ingeniosos y cultos del planeta, cuando en realidad somos unos pintamonas (don nadie).
Lo mejor de todo es que se le puede hacer pito catalán a ese recurso tan barato y berreta de mentar a los pensadores griegos o romanos para hacerse el instruido. Yo cuando leo que la columna de algún serapio (un juan de los palotes) empieza tipo “Decía Ptolomeo que la fatalidad humana, cuando es vista como un todo manifestado en el ser, implica tres aspectos…” pienso: ya está, otro solapero. A lo mejor exagero y soy un poco cenutrio (tontorrontón), puede ser. Pero me parece un recurso careta y los que lo usan me tienen hasta las cartolas (harto).
Por ejemplo, si yo escribo que tal cosa es baladí (poco importante), quedo bien y nadie va a decir que soy un mostrenco (bruto). Pero si digo que la misma cosa es una boludez atómica, quedo como un auténtico zamacuco (bruto) y hasta badulaque (poco fiable). Hay que buscar bien para no quedar como un perifuelles (arrabalero).
De entrada me pareció una idea muy buena y les pedí el formulario para poner una palabra, pensando también que sea del castellano que se usa en España. La mía: mandíbula batiente. Una vez puse en este blog que con razón se dejó de usar, viendo lo mal que suena. Pero fue la primera que me vino al frasco, la escribí y me piré. La pusieron, así que ya tengo libro. Todavía me falta el crío y el árbol, pero eso lo hace cualquier pelafustán.
