lunes, 29 de septiembre de 2008

El mono de la bolsa

Veo que todas la bolsas, la de Tokyo, la de Wall Street y también la de Carrilobo se van a la mierda. Lo de siempre con estos cosos: si ganan, es todo para ellos. Si pierden, vamos a medias. Les dejo un chiste de Podeti. Es la explicación que más me convence.

miércoles, 3 de septiembre de 2008

Sardina rock

Ya conté acá, acá o acá sobre la tradición de joda en este país. Los festejos españoles son toda una experiencia, hay que ver para creer. Hay gente que le da lo mismo si no le arreglan la calle, pero como no se hagan las fiestas del pueblo, al alcalde o alcaldesa los linchan. Este año vuelvo a estar en varias fiestas de los pueblos, pero ya no voy enviado por el diario, sino porque me viene la gana.

La última fue en Arraya de Oca, un pueblo de Burgos que según la Diputación tiene 53 habitantes, o sea que en el invierno deben quedar unos diez o doce afortunados. El viernes a la noche había concierto de rock y, attenti, que yo fui a tocar con un grupo que tengo por acá. O sea, no me quiero hacer el agrandado, pero el ñorse estaba en el cartel de fiestas. Para el que no lo sabe, me siento en el lugar del baterista.

Bueno, la cosa es que partimos como dos horas tarde, porque el violero tenía la guitarra rota y se puso a arreglarla justo a la hora que teníamos que estar saliendo para el pueblo, que está a unos 20 minutos de Burgos. Además, llegamos sin el cantante, porque el tipo tiene un bar en otro pueblo y no hubo forma de que los parroquianos se fueran a casa y cerrar el local. Así que cuando enfilamos para el lugar del concierto, el cantante todavía estaba juntando vasos y poniendo a los clientes su mejor cara de a ver si se piran de una vez.

En el pueblo sí nos reciben como verdaderas estrellas de rock, esto es, con unos sánguches de sardina de cena. A mí me encajaron un cacho de pan y una sardina asada en la mano, pero como no tenía con qué corno sacarle las espinas, al final terminé cenando una bolsa de papas fritas con gusto a pollo al tomillo. Y no es para hacerme el gracioso: de verdad hay bolsas de papas fritas con gusto a pollo al tomillo.

Teníamos una lista de 10 o 12 canciones, pero entre pito y flauta no llegamos a ensayar más de 5. En realidad, tampoco las habíamos ensayado gran cosa, pero suponíamos que todo el mundo iba a estar en pedo y si salía mal nadie se iba a dar cuenta. Yo pensaba: si sale bien, nos haremos los importantes; si sale mal, la culpa es del sonido. Pero salió bien y hasta tuvimos al borracho de siempre que se copa y se pone a bailar como un loco pegado al escenario. El público, unos 40 malvivientes, nos pedía otra. Pero no teníamos ninguna otra. Yo desde el escenario un poco me hice el chistoso y pregunté qué canción querían escuchar otra vez, pero a) no me entendieron el acento, b) no les pareció gracioso o c) era un público exigente y quería canciones nuevas, porque nadie me contestó. Ma sí, improvisamos un tema y nos retiramos entre las mieles de aplausos, teniendo claro la máxima de que siempre conviene irse a tiempo y con los laureles antes de que a uno lo echen a patadas.

Después me enteré, cuando desde el escenario nos llamaron para hacer otras canciones, que nos habían presentado ante el pueblo como "Los popeyes". Al cantante no se le ocurrió otro nombre cuando le preguntaron. Nos fuimos derecho al bar.

Menos el de naranja, los otros tres completan "Los popeyes". Una banda con mucha espinaca.