domingo, 29 de julio de 2007

Fama


No me acuerdo ya qué estábamos tramando con mi amigo Luciano hace muchos años, pero la cosa es que íbamos en su histórica Zanella gris cruzando el puente de las compuertas en Villa María y él hablaba de "esa gente que nunca vio su nombre impreso más que en el DNI". En realidad, nos veníamos mofando de alguien por algo que no recuerdo, pero su frase me sirve para introducir a la gente sin trascendencia pública, de las cuales, que no se entienda mal, sólo digo que no son conocidos públicamente y nada más que eso. Como periodista, siempre me intereso por conocer las historias de la gente. Sobre todo porque mi trabajo es contar historias, pero además es como si cada uno me abriera la puerta de su interior sólo porque unos minutos antes les digo que trabajo en un diario. Soy un desconocido para ellos, pero es como si me dieran permiso para preguntar y conocer sus vidas, sus cosas más personales. Es una suerte. Claro que uno con los años se las rebusca mejor para esto. A mí cada vez me gusta más y siempre estoy aprendiendo algo.
Todo esto para contarles que ayer estuvimos de recorrida por unos pueblos de la provincia de Burgos, una zona de paisajes muy lindos que se llama Las Merindades. Con dos compañeras del diario, arrancamos temprano a la mañana y salimos para hacer varias notas y fotos hasta la tarde. Al mediodía llegamos a un pueblín que se llama Nofuentes para hacerles una foto a la gente del pueblo. Todos los días de verano sale un pueblo distinto en el diario. No es gente famosa, sólo gente. Vecinos de a pie, como se dice acá. Cuando entramos al pueblo en el auto del diario ya nos seguían como al flautista de Hamelin. Mi compañera de foto les pidió ir a un campo de girasoles. A pata, claro. Y hacia allá salimos todos, unos 20. En el camino tuvimos que esquivar la cosecha de cebada, un bache de agua infranqueable, y más de uno terminó con cortes en las patas. Un par de viejas estaban chochas y se cagaban de risa con todo el asunto, reclamando a cada rato salir en primer plano. Mi compañera los hacía poner así y asá entre las hileras de girasoles, una producción de unos 20 minutos a pleno rayo de sol.
A mí no me deja de sorprender que gente que podría estar haciendo cualquier otra cosa, se aguante un sol del carajo al mediodía para ir a sacarse una foto por el campo sólo para dejar bien parado el nombre de su pueblo. Gente de todas las edades. Todos con muchas ganas de salir en la foto, de participar en algo. Cuando terminamos, fuimos a un bar a tomar algo y no nos quisieron cobrar...
La gente de a pie. Gente muy macanuda, como diría mi amigo Bati. Y no lo hacen para figurar, simplemente les entusiasma estar ahí y en eso. A mí me produce mucha sorpresa y admiración, como si no todo se hubiera ido a la mierda.










viernes, 27 de julio de 2007

Ni hablar de besos

Bueno, que ando mucho de pileta estos días, y en Burgos cada día de sol hay que aprovecharlo como si fuera el último, porque nadie asegura que vayas a tener muchos más. También, que se me rompió el teclado de la compu, precisamente la barra espaciadora, o sea que tengo que estar escribiendo con una combinación de teclas para quelascosasnoquedentodasjuntasperoqueescomoescribelacompuahora.
En Argentina no hubiera pensado que me tocaría ir a la Fiesta del Maní o a la del Salame, pero bue. Acá me están tocando las fiestas de ese tipo. La semana pasada estuve en la Fiesta del Ajo en un pueblo a unos 40 minutos de Burgos. Les dejo abajo la crónica, que escribí a los pedos sobre el cierre de edición, porque resulta que la fiesta no arrancaba y a nosotros se nos hizo tarde al volver. Era ver ajo por todas partes. Ajo esto, ajo lo otro. Uno me contaba que desayunaba con sopa de ajo. Y lo mejor: el concurso de tejer ajos, sin desperdicio...
Este fin de semana, para seguir con las verduras y hortalizas, voy a estar en una fiesta de la lechuga en otro poblado que parece es muy lindo. Ya les contaré sobre el premio: la lechuga de oro.






Ni hablar de besos
Más de 400 personas llegaron desde toda la región para la tradicional Feria del Ajo en Castrojeriz Un singular concurso premió la habilidad de tejer trenzas con esta hortaliza

Es guapa la Reina de la Feria del Ajo, que si no difícil la iba a tener para conseguir novio con este antecedente. A ella, como a todo el pueblo, se la nota orgullosa de estar en las fiestas. Ajo y ajo. No se ve otra cosa en la tarde de Castrojeriz. Unas 400 personas pasean entre los puestos y husmean un poco para llevarse una de esas ristras que duran quién sabe cuánto.

Saturnino está de pie junto a su cosecha. Tiene 75 años y hace apenas tres empezó con esto de los ajos. «Para hacer algo, me sobraba tiempo», dice. Con un pequeño terreno, en lo suyo no hay nada de máquinas, todo es a mano. Humilde, reconoce que no sabe hacer las ristras que se ven en la mayoría de los puestos, y tiene todos sus ajos atados tal como salen de la tierra, aunque una vez cosechados se los lleva a su casa para limpiarlos un poco. Después de la feria, se vendrá a Burgos para vender el sobrante. Si saca unos 800 euros, ya es suficiente para él. Mucho más ducho en el tema está Pablo, veterano cultivador de esta hortaliza. Sus ristras lucen impecables. Enormes e imponentes, las cabezas de ajo se apilan delante de su maestro. Si hasta brillan. Pablo es un enamorado de su cosecha, y confiesa sin problemas que no son pocos los días en que desayuna con sopa de ajo.

«En este pueblo se regatea», le dice una clienta a un vendedor, mientras el hombre piensa su jugada para salir del compromiso en que lo metieron. Le compran varias bolsas y cualquiera podría pensar que con eso ya tienen para hacer salmorejo durante años, pero esta gente lo tiene muy claro: «Esto nos dura 11 meses», dicen. Ni uno más, ni uno menos. Finalmente, no le quedó otra al vendedor que anunciar un generoso descuento.

Mientras la gente anda eligiendo por aquí y allá, cerquita de la feria hay un grupo de peñistas que llevan ya unas cuantas horas cocinando esa sopa que ya se empieza a sentir entre el público. Pollo, pan, huevos batidos y pimienta. Nadie sabe ya cuántos kilos de ajo, pero qué más da. Laura, una de las cocineras, ya se prepara para recibir a la marea de gente que, anticipa, buscará repetir hasta cansarse.

TEJER CON AJO. Llega la hora del gran concurso de tejer ajos. No se trata de ninguna tela a base de la hortaliza estrella del pueblo, sino de las trenzas o ristras de ajo que se ven colgadas en las verdulerías. Antes de eso, un podio de ciclistas de la Vuelta de Castrojeriz recibió sus premios. Y si alguno esperaba una copa o trofeo, pues vaya sorpresa cuando tuvo que levantar una gran trenza de ajos para las fotos.

Hombres y mujeres de todas las edades van a participar del concurso.Tienen que tejer una trenza de 30 cabezas de ajo en menos de 12 minutos. Por lejos, la concursante más popular de Castrojeriz es Esther, que tiene a todos sus nietos alentando. Lleva con el ajo desde que era una moza y se tiene mucha fe para ganar. Antes de subir al escenario con su banquito y su bolsa, se gana también el apoyo de un grupo de navarros que llegaron para la feria.

Dan la orden de largada y había que ver la destreza de los tejedores para ir armando de la nada esas trenzas. La experiencia sacaba ventaja a la juventud, y cuando los más jóvenes andaban colocando sus primeras cabezas, los más veteranos ya tenían la cuestión bastante resuelta.Los nietos de Esther no paraban. «La Yaya, la yaya es cojonuda», gritaban, y los navarros se sumaban con el Antón Pirulero. Su abuela iba a quedar tercera en la prueba, y ellos no dejarían de reclamar el tongo de siempre.

jueves, 5 de julio de 2007

La tierra



Se terminaron las fiestas de Burgos, los Sampedros. El cierre fue lo que llaman el Día del Burgalés Ausente. Como homenaje a todos los que se fueron de Burgos, hacen una tremenda fiesta en un parque muy lindo que hay por acá. Todas las peñas y asociaciones ponen sus puestos de comida y dura casi todo el día, hay miles y miles de personas que están meta darle a los pinchos o se arman un picnic en otros lugares del parque. No piensen en puestos de comida tipo una mesita y un bar, eran enormes, de 15 metros cada uno. Había unos 40. El parque es inmenso, pero queda lleno de gente. No hice fotos porque yo estaba trabajando y con mucho sueño de la noche anterior, no tenía ganas.
En el Día del Burgalés Ausente, el Ayuntamiento (la Muni) pone en marcha desde hace unos años la Operación Añoranza. Traen burgaleses, o sus descendientes, que emigraron a otros países, principalmente a Argentina. Este año vinieron 11, algunos nacidos en Burgos y otros hijos de ellos. 9 llegaron desde Argentina, uno de Uruguay, y el que queda de Venezuela. Algunos venían con parientes, eran un buen grupo. El Ayuntamiento les cubre todos los gastos. Los argentinos estaban más contentos que perro con dos colas.
Cómo tira la tierra, es algo muy misterioso, inexplicable. Demasiado profundo. Yo tenía que escibir sobre cómo se sentían muchos de los burgaleses de vuelta tras más de 50 años fuera. Me cansé de ver gente llorando que no me podía explicar por qué. Y uno que está lejos, entiende un poco lo que les pasa por dentro, no tiene sentido intentar describirlo. La tierra es algo que no se puede explicar.
Les dejo abajo la crónica que publiqué en el diario.

Lugar de emociones,
nuestra tierra
Los Sampedros 2007 llegaron a su fin y en el Día del Burgalés Ausente todo el parque de Fuentes Blancas se rendía ante los sentimientos que despierta el lugar de origen


Más de 50 años viviendo en Argentina y Burgos la recibe otra vez. Describir aquí lo que sentía ayer María del Carmen encontrándose en su tierra tras una ausencia tan larga es casi imposible. Tan profundos e inexplicables son los sentimientos que se cruzan que directamente hay que renunciar a semejante tarea si no se quiere hacer el ridículo. Ella sólo va a decir: «Es llorar y llorar». Y con eso ya no tiene sentido poner más.
Los once participantes de la Operación Añoranza, que este año llegaron desde Argentina, Uruguay y Venezuela para el Día del Burgalés Ausente no salían de su asombro por el trato que recibieron en esta semana y por la impresionante fiesta de cámping y pinchos que montaron las peñas y asociaciones. Pero además, estaban en su lugar de origen, ese que nos crea una conexión que aunque no la veamos ahí va a estar para toda la vida, y que es capaz de emocionarnos hasta las lágrimas sin que se pueda hacer mucho para evitarlo.
Dos periodistas de televisión entrevistan a Dolores y María Ángeles, dos hermanas que vinieron de Uruguay. Lo que les cuenta Dolores es tan intenso, que cuando terminan de grabar las cronistas no aguantan y se echan a llorar. Es así con la tierra, hay que rendirse.
LAS CORDOBESAS. En lo alto de la Virgen de los Álamos, una mujer le dice a otra: «Son ellas». Se refiere a Alicia y Stella, las dos primas de su esposo que llegaron desde Río Cuarto, Argentina. Se conocieron hace unos días pero ya se tratan como una familia: hablan a la vez, se interrumpen, no se ponen de acuerdo y al final arreglan para verse después del almuerzo por ahí. Las cordobesas no pueden con tanta felicidad y agradecimientos a la vez. Ni ellas, ni el resto del grupo Añoranza se imaginaban que los iban a recibir tan bien en Burgos. Están todos con los ojos quebrados, pero no dejan de preguntar por las cosas de la ciudad y la vida en España. Y Stella hasta duda de volver. «Esta loca se quiere venir a vivir», dice Alicia de su hermana, quien averigua menesteres laborales con este cronista y hasta le desliza que tiene una hija soltera, por si acaso.
PRESENTES. Pero no todos los ausentes llegaron desde tan lejos ayer. Muchos otros vinieron desde el País Vasco, Madrid o Valladolid, entre otros puntos. Sólo había que ver las ganas con las que entonaron el Himno a Burgos para darse cuenta lo que significaba para ellos el festejo. Tantas veces lo habrán cantado por dentro que muchos se sabían la letra de memoria. Y otra vez las lágrimas y la piel de gallina.
Ramona es de Oña y lleva muchos años en Baracaldo. No ha vuelto a Burgos muchas veces, sólo cuando puede. Pero como a todos, la tierra le tira. Siente que pasan los años, pero este lugar siempre está en su corazón.
Por todo el parque sonaban ayer las dulzainas. Los burgaleses, los ausentes o los presentes, se juntaban espontáneamente y armaban una ronda de música. Varias parejas, de esas que llevan juntos muchos años en esta vida, se animaban al baile y hasta se soltaban en unas giras danzantes entre los puestos de comida. Un poco más alejados del ruido, y con la inmensidad del parque como fondo, otros compartían un almuerzo de picnic dominguero.
Con los pinchos, con la música, con ese césped que invitaba a la siesta y con toda esa gente que tenía ganas de disfrutar el domingo, el de ayer fue un día con muchas emociones para los burgaleses. Para los que se fueron de este suelo, los que se quedaron, o los que lo descubren por primera vez. Y es que no hay nada que hacer con la tierra, es algo que no se puede explicar.