jueves, 23 de noviembre de 2006

Cremita de despedida


La última noche que pasé en Dublín nos juntamos con todos los amigos en casa. Pack de cervezas obligatorias, nos estuvimos cagando de risa hasta muy tarde, y salí derecho al aeropuerto sin dormir. Las valijas ya las tenía listas gracias a la ayuda de Inke, que impuso su método alemán en medio de mi desorden de siempre. Así que me despedí de todos los que se quedaron haciendo el aguante y me tomé el taxi medio dormido a eso de las cuatro de la matina. Como estaba fusilado y todavía me quedaban casi dos horas para las seis y media, hora del vuelo, me mandé derecho para el check in, cosa de dormir luego en la sala de embarque.

Entre que en los controles para embarcar perdí los desodorantes, la espuma de afeitar y otras cremas (me preguntaron cuatro veces antes, pero no les dí pelota), me olvidé que tenía que sacar toda la guita que tenía en la cuenta del banco en Irlanda. Si bien ya había transferido casi todo, el mismo viernes que me iba me hacían el último pago del hotel donde trabajé, que yo calculaba en 200 euros. Pero me tiré en la sala de embarque y me dormí un buen rato, hasta que ya era hora de meterse en el avión.

Cuando estaban llamando yo seguí echado porque siempre espero hasta el final. Cuando ya no quedaba casi nadie, no sé cómo pero me acordé del tema y caí en que ya no tenía tiempo de sacar el dinero a no ser que hubiera un cajero por ahí cerca. Por suerte, había uno más o menos a 20 metros de la puerta de embarque. Junté los bártulos todo apurado y fui hasta el cajero, había cola. Cuando me tocó, saqué 200 euros y listo, ya estaban llamando otra vez por los altavoces y no tenía más tiempo. Pero pensé que quizás por ser el último pago me darían alguna liquidación de esas cosas extrañas que nadie entiende y probé sacar más. Así que pedí 100 euros como para tirar un número alto y esperando el mensaje de fondos insuficientes, pero milagrosamente me los entregó. Yo me puse feliz de la vida, 100 euros de yapa. “Ma sí, ya que estoy le pido más”, pensé. Tiro 100 más y como si nada, me los entrega. Yo no entendía nada, pero mi felicidad era inmensa, estaba chocho. Por los altavoces seguían llamando y yo gritaba que sí, que ya iba, que me dieran un minuto más. Es que no podía dejar de intentar saquear al cajero, yo no entendía de dónde salía ese dinero, pero estaba fascinado, no podía parar de pedirle más. Así que en total seguí intentando varias veces mientras escuchaba que estaban dando el último aviso.

La situación era: yo estaba a 20 metros de la puerta creyendo ser Rico Mc Pato, eléctrico por el shock emocional, gritando como cuando no te salen las palabras para que me esperen, con los papelitos del recibo todos apelotonados en la billetera, las cosas que se me caían y también veía que los empleados de Aer Lingus ya como que estaban cerrando. Al final me entregó casi 400 euros más de lo esperado (después supe que no fue ningún regalo, eran las pagas extras o algo así pero yo no tenía la menor idea) y se acabó, llegué corriendo a la puerta con toda la guita y recibos mezclados con el pasaporte y la tarjeta de embarque, pero pasé.

Entre al avión en pleno éxtasis, no entendía nada. Es como cuando en un asado agarrás un vaso de soda y cuando lo tomás resulta que era Seven Up, ahh, es una cremita, está buenísimo (lo inverso ya es un bajón, porque si te esperás el trago de Seven y viene soda….) Pero en este caso, imaginen, eran como 10 mil tragos de Seven a la vez. Más exactamente eran 1.066 litros de Seven Up, a precio argentino, cuando yo esperaba apenas un traguito de soda barata.

Chau Irlanda (desde Madrid)

El manual decía que tenía que despedirme de Irlanda estando aún en Irlanda, pero el modo de vida en la Isla Verde me empujó, en contra de mi voluntad cristiana, a pasar mis últimos días visitando asiduamente los pubs. Esto hizo elevar fuertemente la ración semanal de Guinness y alguna que otra cerveza. O sea, estuve muy ocupado, que joder.

Ahora que voy a estar en vacaciones iré contando más cosas sueltas y también las experiencias de la semana que estuvimos en Alemania por el Mundial de Fútbol, aunque lleguen un poco pasadas de tiempo.

No sé si voy a extrañar muchas cosas de Dublín. Es una ciudad con mucha identidad en medio de en un país que creció mucho en los últimos 10 años. Tiene cosas muy buenas, no sólo la cerveza negra. A pesar de la buena onda general de los Irish, no es una ciudad muy cálida ni acogedora que digamos, y ya estaba un poco harto de tanta cultura anglosajona. El acento irlandés, directamente me tenía repodrido de estar adivinando qué decían.

Ocho meses que estuvieron muy bien, al principio fue un poco duro pero después las cosas se pusieron más rosita. También según el manual, ahora que me arreglo bien con el idioma es que debería quedarme, porque ya los problemas de comunicación son menores y podés aspirar a mejores puestos de trabajo, relacionarte con más gente, etc, etc. Será que nunca tuve un cobre, pero la guita no me importa demasiado como para quedarme. Si es por el inglés, no necesariamente hace falta vivir en un país de habla inglesa para mejorar.

Terminando, lo mejor que me pasó allá fue conocer a tantos buenos amig@s y gente tan copada como ell@s. No me puedo poner a describirl@s a todos, es gente con la que pasé cosas imborrables y a la que espero volver a ver pronto. Realmente los extraño a todos, y también esto de no vernos en algún pub, juntarnos a comer o salir por ahí. Tampoco ya los paso a buscar por el Spire.

Cada uno tiene que seguir su camino, y como puse antes, espero que nos encontremos pronto. Es lo malo de no estar mucho tiempo en un lugar.

Me apura la Cosa Nostra

Estoy recibiendo presiones de los cretinos de siempre para que actualice el blog. Les recuerdo que no es un medio de vida, muchachos. Aún así, trataré de postear más seguido antes de que el pueblo, como decía El General, haga tronar el escarmiento. Igualmente les agradezco que se interesen por mis novedades.